Mails que viajan por cables submarinos precarios y máquinas sofisticadas que los pinchan para espiar. Los muerden los tiburones y los arreglan robots subacuáticos. Además: por qué Las Toninas es la Capital Nacional de Internet.
Usted sí que tiene las cosas fáciles: leer esta nota, enviarla por correo o compartiría en alguna red social con sus amigos es cuestión de segundos con un click ordinario, algo muy simple. Pero para que Usted tenga las cosas así de fáciles, todo es un lío. Es más: es un lío planetario bajo el agua.
Cuando Usted envía un mail a un amigo que tiene una cuenta de correo en un servidor en el extranjero, su correo viaja desde su computadora hacia un NAP (Network Access Point), que puede estar en Buenos Aires, Neuquén, Mendoza, Córdoba, Bahía Blanca o San Luis. De allí sigue viaje a Las Toninas, en la costa de la provincia de Buenos Aires, donde lo espera un cable subacuático que lo llevará a destino, previo paso por San Pablo, Rio de Janeiro, Rio Grande Do Sul, Puerto Rico y Brookhaven en el estado de Nueva York. Quizá el mail de su amigo esté en un servidor de los Estados Unidos, si no es así, su mail continúa hacia destino, siempre al ras del fondo del mar.
Para complicar las cosas, si el contenido que Usted envía es demasiado pesado, pongamos, unos 2000 bytes, será atomizado en paquetes que cuando lleguen a destino se volverán a encontrar, así su amigo lo recibe tal cual Usted lo envió.
La complejidad no termina allí. Los cables por los que funciona internet son complejos y, a la vez, rudimentarios. Además, están expuestos a la procelosa naturaleza oceánica. Son apenas tan gruesos como una manguera de bomberos y contienen fibra óptica. Están protegidos por siete capas: una de poliestireno, otra de cinta de mylar acero, aluminio, policarbonato, un tubo de cobre y aluminio y parafina lubricante. Todo para proteger la fibra óptica que transmite sus correos a la velocidad de la luz.
Aun así, el cable submarino no puede mantener la potencia de la señal a lo largo de todo el viaje de su correo. Así que cada 50 kilómetros se coloca un amplificador, que tiene la forma de un torpedo y pesa media tonelada. Su misión es retransmitir las pulsaciones de rayos láser de modo que la señal no pierda fuerza durante su trayectoria submarina.
Allí abajo las cosas no son fáciles: las ondas electromagnéticas que generan los cables atraen a los tiburones que a veces intentan morderlos.
Las corrientes pueden desviar la trayectoria de los cables y es posible que los hagan añicos. En el 2006, por ejemplo, un terremoto de magnitud 7 rompió los cables entre Filipinas y Taiwan. En el 2008, una falla en un cable del Mediterráneo desconectó durante varios días a India y Oriente Medio. Aunque no siempre ocurre: el terremoto de Japón pudo con muchísimas vidas y destrozó lugares completos, pero la Red continuó funcionando.
Estos cables, que son literalmente las arterias de internet, son tendidos por buques especializados que navegan muy lentamente. Cargar los cables en el barco demanda semanas. La tarea es de tal precisión que se cargan unos 100 metros por minuto a unos tanques de 7 metros de profundidad y 19 de longitud: son como unas budineras gigantes que los enrrolla en tierra y luego los desenrolla desde la costa hacia en alta mar. Si los cables sufren algún daño, los encargados de repararlos son unos robots marinos que se sumergen a lidiar con los desperfectos.
De su lado de la pantalla todo es sencillez y velocidad. Luego todo es precariedad y complejidad. El mundo de la tecnología tiende a wireless (sin cables), sin embargo las formas inalámbricas llegan, siempre, a algún cable que las hace posible. De hecho, la mayor parte de las comunicaciones son actualmente transportadas por esa solución tan precaria como antigua: cables tendidos en la profundidad de los océanos. Se estima que sólo el 10 % fluye vía satélite. Los primeros cables datan de 1847 y fueron destinados al servicio telegráfico: estaban formados por hilos de cobre recubiertos de un material aislante denominado gutapercha.
Quizá esté quien piense que cables tendidos sobre el fondo del mar garanticen la privacidad de las comunicaciones. ¿Cómo pinchar los cables de la Red a miles de metros de profunidad? Malas noticias: Wikileaks publicó un paquete de información, los Spy Files, dando cuenta de la existencia de tecnología capaz de, literalmente, pinchar la enormidad inconmensurable de información que fluye allí abajo. Esa tecnología es fabricada por empresas y comprada por Estados, y permite monitorear las comunicaciones de «individuos y poblaciones enteras».
Existe un grupo en Facebook que propone a Las Toninas como Capital Nacional de Internet. Al fin y al cabo, todos salimos al mundo desde allí. El grupo no ha tenido demasiado éxito pero probablemente lleve la razón. Sin Las Toninas, no podríamos salir a la Red. Allí está el cable que lleva nuestra información y nuestros secretos, entre tiburones, robots y, quizás, máquinas espías.
Fuente: www.noti100.com.ar
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